April 17, 2013 Cuentos 0

Nadie ha podido comprar la vida después de la muerte, pero el hombre en su vanidad sin límites no cesa en ese objetivo. Los pobres de la Cristiandad se conforman con el cielo prometido, pero los ricos, que disfrutan a plenitud de los humanos placeres quieren continuar el goce y el vacilón aquí en la tierra. Muchos cuando se convencen que morir es tan inevitable como nacer aceptan el cielo de los pobres. Cuesta mucho despedirse de la vida y aquí cobra fuerza un viejo refrán: “Se sufre, pero se goza”. Con pocas excepciones nadie desea renunciar a la luz del sol, aun el depredador o el bárbaro genocida. El primero devora, destruye, pero siempre en función de su goce; el segundo también. Hitler sembró la destrucción, con la idea de preservar su paraíso germano, finalmente ante la debacle se metió un tiro. La muerte de cientos de miles de iraquíes ocurre a muchísima distancia del Potomac, la destrucción nuclear de Hiroshima y Nagasaki, sucedió muy lejos de la casa campestre de Truman; la muerte en Argelia, del otro lado del mar, a muchos kilómetros de París; las cabezas de los negros degollados en las selvas de Angola muy distante de la apacible Lisboa; el asesinato de Patricio Lumumba, a cientos de millas de la orgullosa Bruselas. El Poder siempre trata de preservar su jardín, los amos del Poder, hasta el fin de los tiempos, buscando la fórmula mágica de la permanencia. Por eso proyecta su prepotencia dominadora hacia el espacio exterior y hacia el mundo invisible al ojo humano, que se abre con la nanotecnología. En esa eterna búsqueda hay un componente de vida y muerte: en el espacio cósmico la exploración interplanetaria, quizá el descubrimiento de otros mundos habitados.

Cuando todavía le falta mucho en su carrera por el dominio del macrocosmos, el hombre incursiona en el pequeño mundo por descubrir en sus posibilidades infinitas.

Richard Feyman, Premio Nobel de Física (1965) abrió las puertas de un sorpresivo y misterioso universo cuando habló en 1959 de las posibilidades de la nanociencia y la nanotecnología. Su tesis fue: Al fondo hay espacio de sobra. Estados unidos lidera hoy las inversiones en ese campo, pero los países más desarrollados de Europa y algunos en el sur también lo están haciendo para no quedarse atrás en la exploración, investigación e imitación creativa que toca las fronteras de la ficción. Se trata de manipular la materia en dimensión molecular. Ese campo ya avizora invisibles robots al ojo humano viajando por las arterias, reparando células o eliminándolas; diminutos ingenios que se auto replican, sustancias con posibilidades de auto regenerarse; biochips y computadoras invisibles, pero también el desarrollo de poderosas armas para dominar al otro o  resolver grandes problemas de salud, tal vez la erradicación del cáncer y del sida o crear virus inteligentes manejados a distancia para diezmar al adversario.

Por otro lado, el homo sapiens depredador –otra vez en aras de su confort, mientras en las afueras de su paraíso, galopa una crisis alimentaria de potencialidades gigantescas- promueve utilizar toda la tierra fértil posible del planeta para producir cereales como base de biocombustibles. No fue ni será un problema para el señor Bush – el precursor de esa política- si África subsahariana o Haití mueran de inanición o desaparecen de las estadísticas del progreso en la Civilización Occidental.

El hombre es posesivo por naturaleza: mi casa, mi mujer, mi marido, mi hijo, mi médico, mi contador, mi peluquera, mi sastre, mi “gurú”, mi Dios, mi perfume, mi país. Es una lista interminable, aunque parezca tener límites cuando nadie dice: “mi sepulturero”, “mi enterrador”, “mi asesino”, a menos que esté loco y contrate servicios especiales o su delirio llegue a tales extremos que esté convencido de que presenciará su propia muerte para contarla después cuando regrese al mundo de los vivos.

Para mucha gente el regreso no es una utopía, aunque la posibilidad incierta de retornar a la vida sea un privilegio de los ricos. Hay unos cuantos millonarios en el llamado Primer Mundo que acarician la idea de conservar sus estructuras biológicas, sometiendo sus cuerpos, inmediatamente después de la muerte, a muy bajas temperaturas con la idea de volver a la vida en el futuro, cuando la ciencia encuentre remedio a sus males. Ese proceso llamado criogenización, parte de la premisa de la conservación de embriones humanos en nitrógeno líquido, sin que pierdan la capacidad de crecer y desarrollarse y no se trata de imitar a los osos polares, que durante su larga hibernación suspenden temporalmente la capacidad vital. Esa es una cualidad particular de esos grandes plantígrados y también de las marmotas, pero no algo hasta ahora que el hombre pueda inducir.

La búsqueda de la inmortalidad acompaña al hombre desde siempre. En algunas viejas culturas era común beber sangre para ganar vitalidad. Todavía en ciertos ritos animistas en África se consume la sangre del animal sacrificado. Sin ir tan lejos en el rito de “Limpieza” de la santería en Venezuela, a veces el babalao derrama la sangre de un gallo que acaba de degollar, sobre la cabeza de su cliente. Hay una gastada referencia a un tal Claudio Hermippus. El epitafio de ese ciudadano romano dice que vivió 115 años, gracias a que aspiraba el último aliento de jovencitas. La búsqueda inútil del Santo Grial o el vaso en que supuestamente se recogió la sangre de Cristo es otro de los mitos para conseguir la inmortalidad: “Si lo hallareis y bebéis de él no moriréis”. Esa fue una de las motivaciones de unos cuantos poderosos señores para enrolarse en las cruzadas hacia los santos lugares.

El Emperador Qin Sihuang di obsesionado por la inmortalidad solía beber pequeñas dosis de mercurio, lo que probablemente terminaría por matarlo. En el siglo XV la nobleza europea fue sacudida por lo que llamaríamos hoy en términos publicitarios:Egiptomanía. Se llegó a pensar que las momias tenían poderes secretos y la fiebre llegó al punto que Francisco I, de Francia –según la crónica cortesana de la época- llevaba una bolsita con polvo de momia, colgada al cuello. Se dice que su nuera, Catalina de Médicis envió a su confesor a la tierra de las pirámides en busca de la codiciada sustancia y que el filósofo inglés Francis Bacon se refirió a ella en términos elogiosos.

Uno de los objetivos de los alquimistas era hallar la piedra filosofal para convertir los metales en oro y encontrar el elixir de la vida. La búsqueda del mítico Dorado también se asoció con la vida eterna en el planeta y no en el cielo, sitio paradisiaco donde reina el Dios del monoteísmo, que entre muchas otras cosas, sirvió y sirve para prometer a los desventurados de este Valle de lágrimas, dicha permanente en un más allá en el que creen cientos de millones de seres y nadie ha visto.

Unos cuantos timadores famosos vivieron del fraude de la eternidad. Cito a Cagliostro (1743-1795), a Johannes de Philadelphia,  brujo de la ciudad alemana de Gottinga (Siglo XVIII) y, sobre todo, al alquimista y  Conde de Saint Germain, quien en el siglo XVII afirmaba haber conocido a Poncio Pilatos y Julio César, era un misógino a quien creyeron algunos príncipes y cortesanos.

La vanidad humana es tan fuerte, que algunos convencidos de que el cielo no existe ni mucho menos la reencarnación, quieren trascender a la historia, ser recordados y reverenciados, aunque no le sobren méritos; Incluso ciertos suicidas buscan en la sociedad del espectáculo el momento exacto para inmolarse o dejan escrita una conmovedora carta o se vengan de alguien con una acusación postrera.

El hombre ama lo que brilla. Es casi imposible escuchar a un convencido o convencida de que vivió  varias existencias en épocas pasadas, decir que fue un mendigo a un asesino. Afirmará sin rubor: “Fui un hombre poderoso, un juez famoso e incorruptible, Cleopatra o la Reina de Saba” Por ridículas razones de estatus nadie quiere ser el bedel del edificio sino el dueño.

Poder, trascendencia, vanidad, posteridad e inmortalidad, todo en el mismo sentido de la posesión del hombre como auténtico rey de la selva. Dominador y dominado, esclavista y esclavo, poseedor y poseído, burlador y burlado el homo sapiens con su ansiedad y necesidades infinitas construye y destruye y ahora trata de clonarse, desde que fabricó la oveja Dolly, en 1996. En esas cualidades de construcción y destrucción que lo distancian del resto de los animales está la fuerza motora del desarrollo y la debacle.

Por eso no cesa en la fábrica de juguetes para matar y dominar con el pretexto de defender su paraíso y paralelamente, en el desarrollo de tecnologías para la muerte, crea otras derivadas para la vida.

Al Final ¿Qué queda del poder? Genghis Kan, Napoleón, Julio César, Alejandro, Aníbal, Ramsés II, Hitler, Franco, Pol pop, Mussolini, Bismarck, Victoria o Carlos V ocuparán con el tiempo menos espacio en las publicaciones del futuro. Cuando Nikita Kruschef estuvo en la cima del poder soviético expresó comentarios no muy favorables a cierto tipo de pintura y un cubano cuyo nombre se pierde en el anonimato dijo algo parecido a esto: “Mañana cuando se escriba la historia de este tiempo habrá dos líneas en el diccionario enciclopédico: Nikita Kruschev, crítico del arte abstracto” ¿Humor negro? Si, de cierta manera, pero la chispa popular es implacable para avizorar el futuro

La vanidad asociada al Poder llevó al Faraón Jufu (Keops) a levantar la Gran Pirámide de Giza, una de las siete maravillas del Mundo Antiguo, probablemente terminada de construir en 2570 a.C;  Luis XIV, de Francia edificó el Palacio de Versalles, entre 1668 y 1680. Allí trasladó su Corte y los cronistas dicen que en su máximo apogeo como centro del poder monárquico absoluto, llegó a albergar hasta 20 mil personas.

Hassanal Bolkiah, Sultán de Brunei, posee un palacio, más grande que el Vaticano, de mil 788 habitaciones y un salón de banquetes para cinco mil comensales. Los  pisos de sus grandes salones y algunos aposentos están recubiertos de oro y tiene bóvedas de ese metal. Este septuagenario personaje del pequeño país petrolero del sudeste asiático posee además una colección superior a cinco mil automóviles de lujo, incluyendo 165 Rolls-Royce. Se le considera el monarca más rico del mundo, con una fortuna personal estimada en 22 mil millones de dólares.

De acuerdo con el diario británico The Daily Telegraph, reseñado por la agencia española Efe (9-11-2007), Hassanal transfirió en cuatro años, ocho mil millones de dólares del erario público a su cuenta bancaria personal. En su copioso historial de megalomanía y derroche se le atribuye el haberse apropiado ilícitamente de una miniatura del Corán de cuatro siglos de antigüedad, forrada en oro, valorada en ocho millones de dólares.

La enfermiza codicia de Hassanal probablemente carezca de antecedentes en la Tierra, al menos en los cerca de 42 años que dura su reinado ¿Qué recordará de él la historia en tres siglos en el futuro si es que el hombre en su demencial carrera depredadora y bárbara no acaba antes con las civilizaciones en el Planeta? Quizá un nombre o tal vez dos o tres líneas en un diccionario ilustrado y quién sabe si se borrará como se volatilizaron muchos reyezuelos en los más remotos confines de la Historia. Por lo menos la vanidad del “Rey Sol” parió Versalles, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, en 1979 y la megalomanía de Shah Jahan, el Taj mahal (Siglo XVII), una de las siete maravillas del mundo actual. La crónica dice que este emperador de India ordenó construir el mausoleo de mármol blanco en la ciudad de Agra para honrar la memoria de su amada. Dos décadas demoró la construcción y en ella trabajaron veinte mil artesanos indios, persas y turcos. Se comenta que al final el Rey ordenó que les cortasen las manos a los constructores del monumento, que es la más acabada expresión del arte mongol en el subcontinente indio, también declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, en 1983.

La relación de exabruptos de vanidad y narcisismo, asociado al poder a través de los tiempos es muy larga. La sociedad de consumo ha parido unos cuantos que a falta de reino pagan hasta 20 millones de dólares para ir al espacio y volver a la tierra y ufanarse después de que intentaron tomarse un café con Dios por allá arriba.

La vanidad y el narcisismo de los “Poderoso plebeyos adinerados” (porque muchos tienen más fuerza y poder que unos cuantos príncipes y reyes) domina los grandes negocios de la frivolidad humana. En el 2004,  la casa subastadora Sotheby’s vendió en Nueva York el cuadro de Picasso Hombre con pipa, por 87 millones 163 mil 304 euro. Dos años después la misma firma subastó por 66 millones 640 mil euro, el cuadro Maar au chat del mismo artista español. Con tanta pobreza en el mundo y quizá con una gran dosis de candidez aquello me pareció una bofetada a la dignidad humana. Después, lamentablemente, esas cosas como que se transforman en lugares comunes cuando los kioscos de periódicos casi se caen del abarrote de publicaciones insulsas que sacan los trapitos al sol de las luminarias de Hollywood, las francachelas y excesos de lo que queda de la nobleza europea o las más hermosas tetas del universo. Quizá por todo eso va dejando de sorprendernos, la enorme fortuna del señor Bill Gates o de un mexicano llamado Carlos Slim, poseedor de la segunda fortuna personal del Planeta, de acuerdo con la evaluación de la revista especializada Forbes, en 2007.

Más recientemente, otro mexicano: David Martínez Guzmán –que ha hecho gran fortuna en el mundo de las finanzas, especialmente en Estados Unidos- es virtualmente una ficción viviente, casi se podría decir que es el verdadero Hombre invisible por el misterio que lo rodea. Bueno, esa es una forma no menos extravagante que la del Sultán Hassanal como expresión de la vanidad humana. Guzmán Martínez fue noticia cuando pagó 135 millones de dólares por el cuadro Adele Bloch-Bahuer I, del pintor austriaco Gustav Klimt. Después fue superado por el industrial de cosméticos, Ronald Lauder, quien pagó la cifra record  de todos los tiempos: 140 millones de dólares por el lienzo #5,1948, del estadounidense Jackson Pollock.

Hay un pequeño detalle: Lauder es un magnate del denominado Primer Mundo y Martínez Guzmán como su compatriota Slim son hijos de un país cuya pobreza extrema paso de 14,4 millones de personas en el 2006 a 19 millones en el 2008, aunque paradójicamente México sea la doceava economía del mundo.

En el país de Juárez, Cárdenas, Octavio Paz, Alfaro Siqueiros, Zapata y Pancho Villa, la pobreza afecta a cerca del 40 por ciento de sus casi 107 millones de habitantes, con un alto Producto Interno Bruto (PIB) per cápita estadístico de 13 mil 2006 dólares en el 2008, cifra que no corresponde al ingreso real de cada ciudadano. Además tiene una enorme fragilidad adicional porque las remesas de mexicanos en Estados Unidos de América del Norte que superaron los 20 mil millones de dólares en el 2006, son la segunda fuente de ingresos en divisas de la nación, después del petróleo y por encima del turismo.

El señor Slim se lava la cara con millonarios desembolsos altruistas, pero Martínez Guzmán prefiere mantenerse a la sombra. La cuestión es que no se puede tapar con un dedo el sol de tanta miseria. Para cerrar: México pertenece al trió de economías más endeudadas de la tierra.

Entre tanto, pareciera que en todas partes la pequeña hormiga humana quiere una corona aunque sea la de Mónaco si tiene dinero y vive en un palacio y si es de un suburbio pobre se conforma con la de La cenicienta, a partir del cuento más aceptado sobre el tema, escrito por el francés Charles Perrault, en 1697. El detalle es que la hormiga del palacio puede gozar a plenitud de los humanos placeres y la del suburbio, conformarse con una revista de farándula. Si no que lo digan los fabricantes de telenovelas rosa.

Nadie probablemente escapa del microbio de la vanidad: la muchacha cuando se arregla o Napoleón, hinchado por el delirio de las multitudes; Alejandro, construyendo ciudades con su nombre, Nerón, incendiando Roma, el soldado condecorado por su valor o el Cardenal que asciende al Trono de San Pedro. La vanidad per se  no es mala, el problema está en como se administra. Un Imperio vanidoso de por sí, lo es mucho más cuando se cree la sal de la tierra e inocula ese virus a la manera de ser y actuar de su gente. No existe un invasor que actúe con humildad ante el vencido. Como condición humana, la vanidad acompaña a la barbarie y actos bárbaros de nuestro tiempo hay para escoger. Citamos algunos: las dos guerras mundiales del Siglo XX, dictadura fascista de Franco, sustentada sobre una montaña de cadáveres; invasión de 42 mil marines norteamericanos a República Dominicana (1965); dictaduras militares genocidas en Argentina, Chile, Brasil, Uruguay, Paraguay, Nicaragua; bloqueo a Cuba por más de cuatro décadas; invasión a Grenada para reponer la “Democracia Occidental” (1982); invasión a Panamá por tropas de Estados Unidos para secuestrar a José Antonio Noriega. Fue literalmente arrasado un sector populoso de Ciudad de Panamá (Diciembre 1989); Guerra  de las Malvinas (Gran Bretaña humilló militarmente a Argentina con apoyo satelital norteamericano (abril de 1982); 11 de septiembre de 2001: atentado al Trade World Center, de Nueva York con un saldo de 2973 muertos y 24 desaparecidos; 11 de marzo 2004: atentado terrorista en Madrid (Atocha): 192 muertos, 2057 heridos;  asesinato de una campesina en Colombia con un collar explosivo al cuello; secuestro y salida forzada de su país del Presidente Aristide y ocupación militar extranjera de Haití; genocidio en Ruanda y Cambodia, ante la indolencia internacional; Guerra en los Balcanes e intervención militar aérea de la OTAN en Serbia; intervención militar directa de Estados Unidos en Afganistán (2001) Iraq (2003). La ocupación continúa en ambos países y el número de muertos civiles se estima superior al millón; desangre de Palestina; posibilidad en marcha de un conflicto de proporciones inimaginables, de concretarse un masivo ataque aéreo, básicamente de Estados Unidos e Israel a Irán y la anunciada respuesta de Teherán; retorno de la crisis cíclica del Capitalismo Mundial con el terremoto financiero que sacude la economía de Estados Unidos en 2008 y el desastre que puede provocar en otras economías con su secuela de pobreza y desempleo; hipoteca de la Deuda Externa, que estrangula las posibilidades de crecimiento y desarrollo del los países del Sur, calentamiento global y consecuente alza del nivel de las aguas de océanos y mares. Según Naciones Unidas, en el 2025 la población del Planeta será de siete mil 500 millones de personas a ocho mil 300 millones, de los cuales unos dos mil 750 millones estarán expuestas a los riesgos que comporta el crecimiento del nivel del mar y otros riesgos derivados del calentamiento global. Si Julio Verne viviera en este Siglo no tendría que esforzarse mucho para imaginar el futuro.

Mientras, la industria de la guerra que protege el Edén de los poderosos necesita destruir para prosperar. La barbarie corre veloz sobre ojivas nucleares, sube al espacio y empuja las puertas del microcosmos para imponer su ley entre insectos, células,virus y bacterias.

Retrocediendo en el tiempo para rastrear algunos pasos decisivos de la barbarie, llegamos a Los Álamos. Norte de Nuevo México al 16 de julio de 1945. Son exactamente las 5:28.45 de la mañana. Un minuto después: un tronido sordo, largo taladra los oídos; en el horizonte cercano una luz cegadora incandescente adquiere color naranja rojizo, se eleva a 110 metros por segundo y va formando un hongo de vapor radiactivo, que crece hasta llegar a los diez kilómetros de altura. Es la primera prueba nuclear de la Historia. El 6 y 9 de agosto por orden del presidente norteamericano Harry Truman solo calcinadas ruinas quedaran de Hiroshima y Nagasaki. Todavía paren monstruos en los albores del Siglo XXI las mujeres descendientes directos de sobrevivientes de la hecatombe atómica.

Las pruebas se diversificaron y sofisticaron. Hoy siete países poseen armamento nuclear más o menos en este orden en términos de capacidad ofensiva: Estados Unidos, Rusia, China, Francia Inglaterra, India y Pakistán. Aunque no lo pregona tal vez por razones de la estrategia militar estadounidense, el Estado de Israel también posee el arma atómica como un caballo dispuesto a saltar sobre Irán para jaquearlo en el complicado ajedrez internacional.

En julio de 2002, el Senado de Estados Unidos aprobó almacenar 77 mil toneladas de basura nuclear en Yucca Montain, Nevada. El costo estimado del depósito subterráneo es de 60 millones de dólares, pero el detalle es que el plutonio tiene una actividad de 25 mil años. La legislación norteamericana “Se contentó con prescribir el aislamiento hasta el año 12 mil…” de nuestra era…”; de acuerdo con la revista española “Archipiélago” (número 61. Julio 2004) La pregunta obligada es: ¿Y los 13 mil años restantes, qué?

Desde Hiroshima y Nagasaki, el mundo está al borde de la destrucción nuclear y para proteger su jardín, la primera superpotencia atómica del Planeta trata de desplegar parte de un sólido sistema antimisiles en el corazón de Europa del Este con el argumento de defender el llamado mundo libre de la amenaza iraní, pero apuntando hacia Moscú. El detalle es que del otro lado las ojivas nucleares también están listas.

Para el año 2002, Estados Unidos disponía de siete mil cabezas nucleares y Rusia, seis mil, según datos de fuentes militares especializadas en Washington, difundidas por Internet (Wikipedia, 14 de agosto 2008). Cuando George W. Bush se instaló en la Casa Blanca puso énfasis en el diseño y despliegue del Escudo Antimisiles con proyección militar planetaria. Hoy el sistema cuenta con un radar flotante en el mar (Islas Aleutianas) para vigilar la región siberiana de Kamchatka y parte de China; el Sistema de defensa arrowen Israel y el Sistema Nasams, en Noruega. La perspectiva inmediata que agudiza el clima de tensión entre Washington y Moscú es instalar una base de misiles en Polonia y un sistema de radar en República Checa. Con bases en Bulgaria y Rumanía; misiles en Alaska (que en el pasado fue territorio ruso) y en Dakota del Norte. Se estructura objetivamente un cerco a Rusia y China, que no es del todo bien visto por la mayoría de los países de Europa continental, incluyendo fuertes corrientes de opinión adversas entre checos y polacos.

El presupuesto del Pentágono para este Escudo es de 59 mil millones de dólares para el periodo 2004-2009. Se trata de concretar todo el sistema de blindaje contra supuestos ataques nucleares que garanticen la supervivencia del paraíso norteamericano. Eso requiere cientos de miles de millones dólares, de acuerdo con los números que se manejan públicamente en Washington y disponibles en internet.

Son anonadantes los datos y los astronómicos estimados presupuestarios para la concreción global del sistema y más aún cuando la economía norteamericana atraviesa su peor crisis en varias décadas. Pareciera que una objetiva recomposición de poder en el contexto de una nueva correlación de fuerzas comienza a cabalgar en el escenario internacional y nadie sabe si estamos más cerca o más lejos un aterrador tsunami atómico.

Lo cierto es que Europa sobrevivió a la peste negra del Siglo XIV, pero eso no sucederá si el hongo nuclear se desata de las manos de un loco que apriete el botón equivocado.

Toda la imitación creativa del hombre, el largo proceso de su evolución; su historia escrita con sangre y esperanza puede borrarse un día en el pequeño punto azul que somos en el Universo.

En criollo venezolano se dice que la gente se acuerda de San Pedro cuando llueve y mientras tanto en este mundo que debiera ser ancho y ajeno como lo soñó Ciro Alegría cuando escribió una novela con ese nombre, pocos piensan que al final basta una caja rectangular para que depositen su cadáver si es que no lo incineran y se cumple aquella sentencia que una vez leí a la entrada principal de un cementerio en México: “Detente aquí la eternidad empieza y es polvo la mundanal grandeza”

Derechos reservados